Buenas a tod@s, la verdad no se por donde empezar, he abandonado un poco el blog, me ha pasado algunas cosillas y no he tenido tiempo ni he estado lo suficientemente animada para ponerme a ello, mis más sinceras disculpas.
Por probar algo diferente y siguiendo el consejo de una persona importante en mi vida, les voy a poner un trocito de mis ratos de aburrimiento que ya tiene cientos de páginas, esperando que alguna de vosotras se aburra lo suficiente para dedicarle un ratito y leerlo y si es así que me comenten que les ha parecido, ¡¡no sean muy crueles conmigo!! jiji.
Besitos para todos y espero poder estar más presente.
B
Capitulo 1.
Desistió por enésima vez, estaba cansada de explicar
lo que significan aquellas obras de arte a los turistas ancianos que no
entendían ni un ápice de la delicadeza del cuadro, de la simplicidad que
ahogaba una tragedia, de la soledad, de todo aquello que la hacían sentir.
Se dedicaban a comentar que el arte ya no era lo que
fue en otros tiempos infravalorando algo que no llegaban a comprender…
Frustrada y algo cansada también, se apartó un
mechón de su cola de caballo rubia, que había caído sobre su mejilla,
colocándolo detrás de su oreja.
Volvió a mirar a los ancianos, una extraña pareja
que la observaban con una sonrisa a modo de despedida, ella se la devolvió… pero
no una sonrisa franca, sino una de tristeza mientras los veía alejarse.
El señor
mayor colocaba un brazo por encima de su esposa con ternura, como si aquel
simple gesto la pudiera proteger de cualquier cosa y aquella estampa hizo que
se le encogiera el corazón, porque en su interior sabía que no tendría un
futuro tal, sabía que la albergaba lo que ella más temía, y sin embargo en lo
que se refugiaba por sus fantasmas, sus miedos, algo a lo que se aferraba y aún
así detestaba, su soledad.
Sacudió la cabeza como si pudiera alejar ese
pensamiento que la martirizaba y que le rondaba siempre la cabeza.
Ya está bien de auto compadecerse Allegra, deja de
pensar en tus tonterías…volví a contemplar el cuadro y su sencillez volvió a
abrumarme.
Tuve que girarme y alejarme me sentía como cuando de
niña vi por primera vez Las Meninas de Velázquez acompañada de
mi padre en el museo del Prado, mientras el me sostenía la manita y sonreía por
mi expresión extasiada, sorprendida, ese fue el primer momento en que supe que
tenía que dedicar mi vida a este campo, al arte, pues todo lo que tenía que ver
con el me causaba admiración.
Bip, bip, bip.
Mierda…
Un mensaje.
La loca de
Charlotte me había sacado de mi ensoñación y me había devuelto a la realidad.
-¡En 30 minutos almuerzo! No me hagas esperar,
besitos.
Esta chica es un caso…
Todos los días quedábamos para almorzar en nuestros
descansos del trabajo, aún así ella siempre mandaba un mensaje, le encantaba
enunciar su llegada… eso me hizo sonreír…
Charlotte, mi paño de lágrimas y la que me sacaba
siempre las sonrisas, la persona más divertida y controladora que conocía y lo
mejor de todo es que aún seguía intentando comprender como conseguía combinar
esas dos “virtudes” suyas que me hacían adorarla e intentar asesinarla a partes
iguales.
Me fui al despacho, con el propósito de no hacerla
esperar como me había advertido.
Cogí mi trench color beige, me lo puse sobre el
vestido azul marino de tubo que llevaba y me apresuré a coger el bolso. La una
y diez, ya llegaba tarde, Charlotte me iba a matar.
La vi esperando en el banco de siempre con cara de
pocos amigos.
-Lo siento se me hizo tarde, tenía…
- ¿Papeleó? ¿Una obra que llegaba a la galería y
debías supervisarlo? ¿La petarda de tu jefa?
Me reí no pude evitarlo.
Después de la cara de ¿a quién pretendes engañar?
Ella también se rió.
-Lo siento, enserio- dije intentando sofocar la
carcajada.
-¡Olvidas con quien hablas guapa!- espetó.
-Para nada, Char, para nada, nadie como tú me pilla
las mentirijillas.
- Te conozco como la palma de mi mano, para mí no
tienes secretos, eres Allegra…-pensó por un momento, buscando una comparación-
el libro casi tan abierto como mis piernas- soltó del tirón.
Una señora que pasaba a nuestro lado, la miró con
gesto de desaprobación.
Las dos volvimos a carcajearnos.
-Me muero de hambre, deja de torturar a los
transeúntes con tu descaro y vamos a comer- puse mi mejor cara de
convencimiento.
-Si vamos, que a este paso entre esperarte y el
riesgo de que me detengan por alteración del orden público me quedo sin comer.
-Quiero que sepas- dije mirándola seriamente- que si
ocurriera algo así, tome la determinación hace mucho tiempo de que iría a la
cárcel a llevarte el almuerzo.-volví a reírme.
-¡Graciosa!- me dijo mientras me soltaba un codazo.
Como siempre acabamos en el restaurante, que había a
unas calles de donde trabajaba, eran expertos en ensaladas, siempre había
alguna mezcla que me sorprendía y Char y yo las habíamos probado casi todas. Bill
el camarero del bar usualmente nos informaba de las novedades del menú, sabía
que ambas éramos ávidas a probar todo tipo de combinaciones.
-¡Pero si son mis clientas más selectas!- nos dijo a
modo de broma- ¿Qué van a pedir hoy mis chicas favoritas?
Charlotte me miró.
Yo hice mi pedido y le devolví la mirada.
-¡Eres un adulador Bill!- soltó con esa sonrisilla
de conquistadora que caracterizaba a mi amiga. Lo tenía en el bote hace tiempo
y ella lo sabía.- quiero lo mismo que Alle- añadió- no quiero que luego me
restriegue lo buena que estaba su ensalada y no me deje probarla…-dijo haciendo
un pucherito.
-¡No se me ocurriría!- dije yo sin poder contenerme.
Ambos me miraron, Bill rojo por el momento de
coqueteo y Charlotte sonriendo con seguridad, como solía hacer.
Bill se fue, mirando de vez en cuando hacía nuestra
mesa.
-¡Eres mala! ¿Por qué le coqueteas y luego cuando él
te devuelve las insinuaciones le cortas?
-No lo hago conscientemente Alle, tú lo sabes- me
acusó.
Y era cierto, lo hacía inconscientemente, en su
naturaleza sin duda estaba una mujer que adoraba el flirteo en todos sus
aspectos.
Nos conocemos desde el instituto, desde que yo tenía
quince años, y desde que la conocía no había cambiado un ápice ese aspecto de
su forma de ser, siempre tenía algún repuesto para cuando se aburría.
Charlotte solía llamar la atención por su cabellera
pelirroja, que había menguado en tamaño desde que nos conocíamos, le encantaba
cortarse y peinarse continuamente, largo, corto, ondas, rizos, aunque últimamente
se había controlado un poco.
Actualmente llevaba el pelo cayéndole sobre los
hombros, desfilado con un flequillo ladeado y liso.
Cuando conseguías apartar los ojos de su pelo te
perdía en el contraste de sus enormes ojos verdes. Era atractiva, pero había
algo en su rostro un gesto de amabilidad, quizás por lo risueña que era y por
esas pequitas que a veces asomaban bajo su maquillaje.
Trabajaba en una empresa de las que te cansan con el
papeleo, pero por suerte para ella había ascendido varios escalones y era ella
quién torturaba a sus subordinados.
-All, ¿a qué no sabes qué?- me dijo mientras
devorábamos nuestras ensaladas, con demasiado entusiasmo.
-No, no sé- contesté demasiado borde, concentrada en
recordar olvidarme de la parejita de ancianos.
-Tus ganas de saberlo me abruman…-me contestó
desanimada.
-Lo siento estaba pensando en otra cosa- dije, esta
vez prestando real interés a lo que ella quería compartir.
-Ni que lo jures…-espetó antes de continuar- bueno
te informo, que tengo un nuevo compañero con el tengo que compartir la
codirección de mi departamento- lo sabía ella lo había comentado hacía unas
semanas desanimada, pero en el tono que me lo contaba parecía que había
cambiado de opinión- Pues resulta, que es Jefferson Severide, y es…-hizo una
pausa para coger aire y poner más ilusión a lo que decía- ¡Oh! Tendrías que
verlo, es un dios, pienso comprobar si puede hacer todas las cosas que ha hecho
ya en mi mente, quiero que lo sepas.-añadió, haciendo el tono más serio.
-¿Estás loca? Es tu compañero de trabajo.- le dije
intentando prevenirla de problemas.
-No hay normas que lo prohíban en la empresa. Lo he
comprobado- añadió con condescendencia.
-No puedo creer que lo conocieras hoy en el trabajo
y ya hayas buscado esa información.- le comenté, aunque viniendo de ella no
podía sorprenderme.
-Es que desde el momento en el que le vi supe que
iba a caer en la tentación, y cuando digo esto me refiero a él, no va a poder
resistirse- sonrió.
-Eres increíble…ten cuidado piensa que cuando todo
ese sexo apasionado haya acabado, la llama se haya apagado, y conozcas al
hombre puede no gustarte, y tendrás que verlo a diario y lidiar con el.-
sentencié.
-¿Sabes? Eres única, barriendo con mis esperanzas.
-Sólo quería que lo tuvieras en cuenta antes de
sacar tus armas…- la miré con dulzura.
-Lo sé.
Terminamos de pagar y nos dirigimos a la puerta,
había empezado a llover. Me despedí de Char mientras me abrochaba el abrigo
ella salió corriendo y la vi desaparecer en una de las esquinas, mientras yo me
armaba de valor para salir a la calle.
En un principio intente cubrirme inútilmente, pero
al final desistí.
Decidí disfrutar de la sensación de la lluvia, de la
libertad que me aportaba estar debajo de ella, dándome igual lo empapada que
estaba. Viendo como los demás corrían a cobijarse, yo permanecí parada sobre la
acera con mis stilletos color nude, mirando al cielo, agradeciendo las gotas
que caían sobre mí y me hicieron sonreír.
De repente, tuve una sensación de nerviosismo, que
hizo que me temblaran las rodillas y una voz enfurecida, me sacó de mis
pensamientos por segunda vez en el mismo día. Lo que más me sorprendió, fue
cuando me giré y contemple a la persona que me había gritado, me dejó sin
aliento y en mi mente repetí las palabras que oí, pero no llegué a escuchar:
-¿Esta usted loca?
No hay comentarios:
Publicar un comentario